martes, 11 de agosto de 2009

LOS PÁJAROS CANTARON Y NOSOTROS LLORAMOS.

Esto sólo es el inicio de mi historia, ah, pero no se dejen guiar únicamente por el título. Entonces comenzaré como todos.

Había una vez una niñita muy buena y muy amada por sus padres, ella se llamaba Rocío. ¡Qué linda niña!, eso es lo que la mayoría de la gente exclamaba. Esa gente se admiraba de su belleza, pero, si le preguntabas a la persona que había dicho eso en que se basaba para tal afirmación? se quedaba mirándote, se ponía pensativa y luego volvía a repetir su piropo, ¡que niña tan linda!; la verdad a veces también me pregunto, pero yo sí me puedo responder, era una niña que al verla inspiraba, ternura , amor, dulzura, la mas pura belleza existencial, es decir, que si la ves puedes ver su reflejo interior. Rocío era una niña como todas las niñas de mi vecindad, que juega con sus amiguitas, ayuda en los quehaceres de la casa y va a la escuela para que cuando sea grande pueda ser una profesora, y ser mejor que la actual, la temible profesora canitas; así le decíamos a nuestra querida maestra ya que ella era muy viejita y muy recta, no pasaba por alto los errores o presuntos actos de vagancia; ella inmediatamente nos acusaba y formulaba un castigo más grande que sólo hacer nuestra tarea, y consistía en realizar la misma y enseñarle al que no sabía; ¿como lo hacíamos?, yendo a casa de nuestro compañerito y dándole una clase maestra a éste delante de la profesora; ni que decir si tenías problemas en el curso a enseñar, porque debías acudir primero al sabelotodo de la clase para que te enseñe y luego poder enseñar, jajaja . Ahora que el tiempo ya pasó comprendo por que mis padres apoyaban a la profesora y no me daban opción a reclamo. En realidad era de doble beneficio para mí, aprendía por mi propia cuenta y me sentía útil al lograr enseñar a otro.

Como seguía contándoles, Rocío era los ojos de sus padres, la amaban y respetaban, porque desde un principio ella podía ver el trasfondo de cada reprimenda y nunca objetaba nada muy a pesar que ella no era partícipe de tales, por estar en medio de esa travesura y al no a ver avisado, ella también era castigada. Rocío siempre quería estar entre nosotros y las travesuras; recuerdo una vez que decidimos ser inventores, cuando digo decidimos me refiero a mi hermano Andrés y yo que tampoco te he dicho mi nombre y es Fernanda, como decía éramos los más grandes inventores del mundo ¡imagínense! que del talco de cuerpo de mi hermanito, el bebé salvador podíamos hacer la colonia del cuerpo y eso no era todo, los ingredientes eran los más económicos por que al talco le poníamos un poco de colonia del baño de mamá y agua para que sea mayor cantidad , pero al no salir como yo esperaba, entonces usaba toda la colonia de mamá y para que me creyeran Andrés y Rocío les decía, que esto haría un mejor invento, por que, ahora sería un talco colonia es decir que tendría doble uso y con el agua que le habíamos colocado anteriormente, iba a ser una gran cantidad suficiente para toda la familia. Rocío en ese momento ya estaba a punto de delatarnos, por que, desde que inicié ese invento ella me dijo que no iba a resultar, como ya era de esperarse mi invento terminó siendo una gran masa y para colmo el olor de la colonia de mi mamá, se había esfumado y la sequedad y suavidad del talco ya no existían ni siquiera olía a talco, ¡Dios santo mi madre me va a matar, acabo de malograr dos cosas! Eso es lo que pensaba mientras mi frente sudaba frío y mis manos se ponían heladas, lo peor de todo es que yo era la mayor y a mí siempre me caían los regaños y gritos y para colmo no venían de uno, mas tarde mi padre me gritaba e imponía el castigo. Me pregunto… ¿ y ahora que hará?, ya me quito hace un mes la televisión y antes la calle; Rocío siempre nos acompañó en todo, tan es así que su madre era íntima amiga de mi mamá y cuando ella se enteraba de sus “hazañas” también a ella le caía ese castigo. Si ustedes se preguntan ¿porqué, igual regresaba con nosotros? es por que la mamá de Rocío no confiaba en nadie más que en mi mamá para cuidarle a su única hija, bueno como les venía contando mi madre se amargó al máximo imagínense, que les tiró un palmazo a cada uno en el trasero y yo por ser la gestora un jalón de patillas y un soberano palmazo, ¡esa vez, sí que me había extralimitado! eso lo pude notar …¡cuando vi los ojos de mi padre que se habían puesto rojo sangre! , y eso solo sucedía cuando estaba furioso. Le pidió a mi mamá la correa de castigos, la que tenía colgada en la puerta de la cocina para cuando no queríamos comer, ( ella nos amenazaba), mi padre me dijo que ya había perdonado el alcohol en sus zapatos, el ají en sus calzoncillos, las buenas notas que le había puesto en sus trabajo de entrega a su jefe y lo último la ropa de salvador que la corté para que esté más de verano (en pleno invierno, quería que este preparado para el verano) pero esto ya no lo podía soportar; si ahora no me pone el estátequieto, pronto le iba quemar la casa para probar si todo lo que se quema se pierde, y para serte sincera, pero no se lo digas a nadie, ya lo había planeado pero sólo con la silla vieja de mi abuelo, así pues, que mi madre le rogó que me perdone, Andrés lloraba detrás de las faldas de mi madre, ya que tenía miedo, mientras ella sostenía al bebé , a mí, mi papá me había puesto sobre su regazo boca abajo y empezó con la correa, cada golpe era más suave del que venía; Rocío al ver con la furia que mi padre me castigaba se interpuso y le cayo a ella un correazo en el brazo y parte de la cara. Estaba roja no solo por el correazo sino que estaba llena de repudio hacia mi padre y le gritó ¡salvaje, asesino, malvado! Me cogió muy fuerte de la mano y me arrastró hasta donde ella estaba, mi padre se quedó frío como una estatua de piedra y yo solo atiné a mirarlo y luego siento que me sacaron de esa habitación corriendo y detrás de mí, Andrés corría y lloraba desconsoladamente cuando Rocío se volvió hacia nosotros, nos abrazó muy fuerte, ella temblaba como una hojita, su cara estaba tan roja como el tomate y muy mojada por que solo botaba lágrimas; yo, yo que les puedo decir, solo me vi en la calle en medio de la pista, con decirles que no me acuerdo ni como se abrieron las puertas de calle, ni nada, es decir, que el susto me heló la sangre y la memoria, por que no me acuerdo del dolor que debí haber sentido a cada golpe del cinturón que mi padre me dio en el poto pero si me dejo huella y tras ella dolor.

Después con el tiempo supe que mi mamá le prohibió a papá el golpearnos, sólo impartiría las reglas y mi mamá sería la ejecutora de los castigos, está demás, decir que no hice más travesuras, unas por que ya no quería y otras porque Rocío no me dejaba hasta me llegaba a acusar con tal de que no vuelva a suceder lo pasado. ¡Vaya!, desde ahí nos volvimos hermanas, ustedes se preguntarán, porqué todos los días pasaba Rocío en mi casa, y es por que sus dos padres trabajaban todo el día hasta el anochecer y no tenían más familia, así que mi mamá era como su segunda madre. ¡Qué tristeza siento cuando recuerdo aquellos tiempos, porque, sé que ahora ya no están muchos de nuestros recuerdos!

Rocío siguió siendo una niña muy aplicada en el colegio y yo le seguía los pasos para que la profesora canitas no me diera sus merecidos castigos, eso de por no estudiar y hacer las tareas así que, en casa cuando ella comenzaba a estudiar o desarrollar las tareas yo las hacía con ella y por consiguiente mi mamá mandaba Andrés a que también haga sus deberes y no se distrajera con nada ya que rocío no lo permitía, cuando terminábamos con nuestros deberes, por su puesto, que ella antes que yo, salía corriendo a nuestro patio donde teníamos un árbol que para esas horas se repletaba de aves, no me acuerdo que tipo de aves eran, pero parecían que se llevaban bien con Rocío.

Un día cuando Roció y yo teníamos 16 años nos llegó una horrorosa noticia, estábamos dándole las migajas a los pájaros y de pronto los pájaros empezaron a trinar o chillar, aleteaban sus alas, se movían de una rama a otra como desesperados y luego volaron, es ahí cuando entró mamá, abrazó muy fuertemente a Rocío y le dijo… Tienes que ser fuerte, yo me quedé fría, lo único que pensé es, uno de sus padres murió; mamá cogió con sus manos la cara de Rocío y le dijo: tus padres están muertos, hasta ahora escucho ese grito que destrozó mi alma, la pobre Rocío solo dijo ¡Nooooo!, sus padres habían muerto en un accidente automovilístico, con decirles que no quedó nada de ellos. El colectivo en el que viajaban cayó a un abismo chocando muchas veces con tierra y sus padres estaban dentro del auto, aplastados, pero muy agarrados de la mano.

Desde ahí ella dejo de visitar a los pájaros y sólo se abrazaba a una libreta de ahorros de sus padres, que era para ella cuando tenga que ir a la capital a estudiar, dentro de ella estaba la foto de sus amados padres, ya no hablaba con nosotros, no iba a la escuela, comía sólo lo necesario, nunca repitió sus platos favoritos y sólo se la pasaba haciendo cartas hacia… no se, a donde o a quién. Recuerdo que un día me molesté tanto con ella y su dolor que, estábamos en la cena y me paré muy molesta y le grité ¿cuánto tiempo más seguirás así como ahora?, avísame para ya no acercarme a comer con ustedes, ya no soporto más tu lastimero dolor, ¡Despierta! tú estás viva y tus padres te amaban, basta, ya es hora que despiertes, el mundo no sólo son tus padres, aquí te queremos y no sabes cuanto te extraño, siento lo que le pasó a tus papás, pero ya no se puede hacer nada por ellos, ahora quedas tú así que despierta, todos te amamos quédate con nosotros. Eso fue lo último que le pude decir, es cierto que no es un grato recuerdo para guardar como la última vez, pero no podía saber que al día siguiente ya no nos acompañaría más. Esa mañana desperté con el canto de los pajarillos que hasta este tiempo estuvieron mudos… ah, me levante con aires de triunfo y que todo volvería a ser como antes, me iría al colegio con Rocío y volveríamos a reír juntas, en ese momento entró mi mamá a la habitación y me dijo: ya no está, se ha llevado toda su ropa, ¿quién? Y luego me respondí ¿Rocío?, ¿Dónde se pudo haber ido? Fuimos a la iglesia, visitamos a la profesora canitas, dimos parte a la policía, la buscamos en el precipicio donde fallecieron sus padres y visitamos al antiguo jefe de sus padres y lo único que nos pudo decir, es que ella lo había visitado un mes atrás para pedirle que agilice el pago del seguro mientras ella trasladaría los ahorros de sus padres a su cuenta, y que esa semana le había enviado una carta haciéndole saber que los fondos estaban en su cuenta, que ya podía disponer de ellos y que ahí quedaba todo saldado, entonces pensé, que esa era la carta que se había escondido el día anterior, le preguntamos el número de la cuenta, fuimos al banco y esa cuenta acababa de ser cancelada, se llevó el dinero en efectivo y desapareció.

Lloré amargamente por haberle gritado, me sentía culpable por su huída y tenía miedo de dónde podía estar o estaría en peligro, le rogaba a Dios, todos los días que hiciera que me llamara, pero eso nunca sucedió, la policía la dio por desaparecida por su propia voluntad y nunca más volvimos a hablar de ella. Me quedé con la costumbre de ir al patio después de mis tareas y le daba migajas a los pájaros, Solo hubo un día que mi papá, mamá, hermanos y yo nos sentamos en la mesa a cenar y él me miró a los ojos, agarró mis manos y nos dijo… ella no volverá, hasta que ella lo quiera, así que no más la esperaremos, y prosiguió diciéndome mientras me miraba a los ojos, quiero que sepas hija que te amo con todo mi corazón, estoy muy agradecido de su amistad contigo, pero eso ya es el pasado, tú debes seguir con tu vida y decidir sobre tu futuro. Ese día, todos lloramos como si la hubiéramos perdido para siempre, mientras que en el patio los pájaros cantaban. Ahora que el tiempo pasó quiero creer que ese canto de los pájaros era la respuesta que tanto necesité para estar tranquila y era que ella estaba bien y feliz.

Fin

Autor: Monina

jueves, 6 de agosto de 2009

Ahora

"La quise desde siempre, pero ella nunca lo supo. Los años fueron pasando y yo seguí muy de cerca su vida, sus noviazgos, y su casamiento. Estuve a su lado cuando nacieron sus hijos y hasta fui el padrino de uno de ellos. Su rostro se iluminaba cuando me veía, su sonrisa me turbaba. Yo la amaba, pero ella no lo sabía; era mi amor imposible.
Nunca me casé; quería vivir para ella. Jamás me atreví a insinuarle nada sobre mis sentimientos y un día ella enfermó. Todo pasó demasiado rápido, sabíamos que moriría pronto. Fui a verla, me quedaba largos ratos a su lado, y ya no había alegría en su rostro pálido. En un momento sentí que su mano se apretaba fuertemente a la mía, abrió sus ojos, tristes y llorosos, mientras sus labios susurraron las palabras que siempre esperé, pero que jamás creí llegar a escuchar. Muy suave y lentamente, me dijo:
- Mi amor, gracias por todo lo que me diste. Te diré un secreto, te quiero, te amé como a nadie en este mundo, pero nunca me animé a contártelo; tuve miedo que no me amaras.

Anonimo