"La quise desde siempre, pero ella nunca lo supo. Los años fueron pasando y yo seguí muy de cerca su vida, sus noviazgos, y su casamiento. Estuve a su lado cuando nacieron sus hijos y hasta fui el padrino de uno de ellos. Su rostro se iluminaba cuando me veía, su sonrisa me turbaba. Yo la amaba, pero ella no lo sabía; era mi amor imposible.
Nunca me casé; quería vivir para ella. Jamás me atreví a insinuarle nada sobre mis sentimientos y un día ella enfermó. Todo pasó demasiado rápido, sabíamos que moriría pronto. Fui a verla, me quedaba largos ratos a su lado, y ya no había alegría en su rostro pálido. En un momento sentí que su mano se apretaba fuertemente a la mía, abrió sus ojos, tristes y llorosos, mientras sus labios susurraron las palabras que siempre esperé, pero que jamás creí llegar a escuchar. Muy suave y lentamente, me dijo:
- Mi amor, gracias por todo lo que me diste. Te diré un secreto, te quiero, te amé como a nadie en este mundo, pero nunca me animé a contártelo; tuve miedo que no me amaras.
Anonimo
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